domingo, 16 de agosto de 2015

Reflexiones entre humo.

Follar. La gran meta de todo adolescente, convirtiéndose así en camaleones, que se camuflan de un color, de tú color, para poder llegar a ti adaptando una apariencia falsa con el fin de acabar con alguien en la cama. Pero joder, a quién no le gusta un buen polvo. La tensión de no saber si esa otra persona también quiere llevarte a su cama o no, las típicas conversaciones un tanto estúpidas para ir rompiendo el hielo, miradas seductoras, sonrisas que esconden un fin sexual, señales directas como morderse el labio, acercamientos indiscretos para ir ganando terreno, para acabar con ese beso, el beso que hace que todo empiece. Preliminares; tu cuerpo reacciona y te transformas. Como un hombre lobo a medianoche, sacas tu lado más salvaje. Vuestros cuerpos se fusionan haciéndose uno solo, con movimientos constantes y rítmicos, con diferentes posiciones, pero siempre al mismo compás, al son de una música in crescendo. Te falta el aire. Una ola de placer te recorre el cuerpo. Y llegas al deseado orgasmo. 
Pero... Esto puede conllevar demasiado esfuerzo para pocos segundos de gozo personal. Igual deberíamos buscar otro tipo de orgasmos, como encontrar a alguien que sea él mismo, sin tener que fingir una identidad con el fin de llegar a algo. Igual tener una conversación sincera con alguien y tener una conexión mental también da puro placer, quizá a eso también se le pueda llamar un verdadero orgasmo, quizá eso llene más, mucho más, quizá...
Silvia.

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