domingo, 16 de agosto de 2015

Bufón

No volvió a ser el mismo. Digamos que todo lo que erguía y guiaba su vida se desmoronó. Cuán fácil es perder el camino, perder la ambición de la vida, perderse. Perder. Perder. Perder. Perdedor. Palabras que rebotaban en las paredes de su cerebro, palabras  que ya, hoy por hoy, eran absolutamente lo único que tenía en su mente. Perdió a quien mas quería, y esa ausencia le hizo esclavo de una cárcel. Por lo menos no estaba solo en la celda. El miedo y la tristeza se hicieron íntimos en su interior forjando una personalidad peligrosamente magnífica dando como fruto una insaciable sed de dolor. Quería causar dolor, quería que todos y cada uno de los seres humanos de este universo sintiesen el dolor que él había sentido.

Quizás un trauma infantil, una mala experiencia en su más temprana infancia lo llevó a escoger ese nombre, esa carta, ese símbolo. Se sentía bufón del dolor. Sabía, que a la inversa del mundo, él no iba a ser un bufon que sacase la sonrisa. Él quería sacar el dolor. Su vida cambió de perspectiva, el placer cambió de bando. Ahora el placer lo hayaba en el sufrimiento, en el llanto.

Víctor Vaquero Carayol. 2015.

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